Me desperté con una escena mental,
una suerte de instante cinematográfico,
de fotografía, pero no en su impresión de retrato y estaticismo,
sino en su espíritu de reciente movilidad capturada,
de recorte de lo vital aprehendido.
Y en su insatante, enfocando; en su vividez, participando.
Me recordaba a las veces en que inconscientemente
somos fotógrafos de la existencia,
visores panorámicos de masas, de conjuntos y muchos.
Pero me detenía en las otras veces,
cuando ajustamos el foco y enmarcamos.
Y aparecen cuerpos, rostros. Ajustamos más y es uno;
gesto, mirada, palabra.
Apuntamos, delimitamos, recortamos. Y extraemos.
Enlaces humanos.
Observamos, acercamos, rozamos,
conocemos, conectamos, sintonizamos.
Relacionamos. Nos.
Lejos de ser una taxonomía, una selección voluntaria y calculadora;
ajeno a estar forzado, obligado, impuesto;
la conexión humana es tan inherente, constitutiva.
Sustancial.
Observamos, acercamos, rozamos,
conocemos, conectamos, sintonizamos.
Abrazamos. Nos.
Sin embargo, sí elegimos el abrazo.
La irrupción del otro, la irrupción en el otro, es inevitable;
pero la opción se asume; el vínculo es auténtico.
Enlaces humanos.
Y si no hay filtro, si nos dejamos empapar,
el abrazo es amalgama.
Y la sustancia se vuelve médula.
Observamos, acercamos, rozamos,
conocemos, conectamos, sintonizamos.
Amamos. Nos.
Y el otro es en uno. Y uno es en el otro.
Recorte de lo vital aprehendido, ajustamos el foco.
Cuerpo, rostro; su gesto, su mirada, su palabra.
Amamos. Nos.
Y somos.