domingo, 9 de enero de 2011

Después






Eran siete mil trescientos pasos al oeste, setecientos treinta al sur
y el sol.
Allí donde termina la agonía, duerme la luz y comienza el vértigo.
Sabía el dolor, sabía la oscuridad, sabía la rutina.
Pero al caer, el fin. Eso que dicen de nuevo.
Me pregunto qué sabe uno después de cruzar.
Pero.
Setcientos treinta pasos al norte, siete mil trescientos al este
y.
Qué sabe uno cuando retorna al punto de partida, que ya no es el comienzo.